Los arribes del Duero: Cañones en la frontera.

Hay veces que los accidentes naturales marcan las fronteras políticas.

Precipicios de 300 metros de altura, cascadas que se suceden a lo largo de 200 kilómetros, cursos de agua encajonados en espectaculares cañones…

Este es el espectacular aspecto que presenta el río Duero, cuando llega a la frontera entre Zamora-Salamanca y Portugal. Es la zona conocida como los Arribes de Duero, una comarca solitaria donde perviven los modos de vida tradicionales y en las que es posible encontrar una de las densidades ornitológicas más elevadas de Castilla y León.

Un lugar perfecto para la conducción tranquila, donde la carretera se mide por minutos. No es fácil llegar hasta esta región de formas alomadas, talladas en granito, que permanece como si el tiempo no pasara por ella, a pesar de que las carreteras no son especialmente malas. Su problema, y su gran suerte, es el olvido de una zona que desde hace siglos permanece al margen de la historia. Desde hace años, ha encontrado en la impresionante belleza de los Arribes un reclamo para el turismo que se acerca tímidamente.

Los Arribes, propiamente dichos, comienzan en Zamora, cuando el Duero, tras recoger las aguas del Esla, alcanza la frontera con Portugal. Desde allí, se encajona hacia el sur entre granitos y pizarras. En los viejos manuales de geografía, éstas son las tierras de Aliste y Sayago, con esos pueblos típicos, pequeños y apiñados, como los antiguos castros celtas: Cozcurrita, Fariza, Fornillos, Mármoles o Villardiegua de la Ribera, hasta llegar a la monumental Fermoselle, conjunto histórico artístico de empinadas calles, iglesias románicas y casas de piedra. Opciones para todos los gustos.

Fermoselle asume el cargo de la capital natural de Los Arribes y domina desde lo alto de un cerro la hoz del Duero y sus campos cultivados con frutales, olivos y almendros en terrazas y bancales. Esos inviernos duros y esos veranos ásperos le han convertido en una excelente zona de vinos. Aquellos viñedos que ya explotaban lo fenicios, han sido recuperados por algunos de los mejores bodegueros españoles. La cercanía con Portugal transformó el manejo del vino con mucha intensidad desde el S. XVII…
Incluso se culpaba a los vecinos de la introducción de la filoxera en 1888, pero las especiales condiciones climáticas facilitó la pervivencia de algunos viñedos hasta nuestros días…

Poco antes de llegar a Fermoselle, es casi obligado parar en Fornillos de Fermoselle, un pequeño pueblo con menos de 100 habitantes, donde el turismo rural se carga del vitalismo. Todavía se comentan aquellos días en que Víctor y su mujer creaban La Casa de los Arribes. Más que un hotel rural al uso, sigue siendo toda una experiencia pionera de turismo rural. Bajo el aspecto de una sólida construcción de granito levantada en los años treinta y rehabilitada con sumo cuidado.

El primer pueblo de los Arribes en Salamanca es Villarino, y desde aquí el cañón fluvial se hace aún más profundo hasta llegar a Aldeadávila de la Ribera. Su embalse pasa por ser la obra hidrológica más avanzada de este siglo, un muro impresionante de 140 metros de altura.

Las laderas del Duero se adornan ahora de olivos, almendros y frutales, sobrevolados por buitres, águilas o cigüeñas negras. Y en este bello paisaje, se mantienen aún las actividades tradicionales, como la fabricación de quesos artesanos, o la ganadería trashumante que cruza cada año desde Extremadura por las cañadas occidentales.

Quedan también restos de la larga historia de la zona, como sus castros celtas, dólmenes, berracos, estolas, puentes, iglesias y castillos, así como interesantes muestras de su arquitectura popular que incluye edificios todavía en uso: molinos, fraguas, bodegas y palomares.

Por eso, los Arribes son un paisaje en permanente espectáculo, que tiene como protagonista al río y que puede disfrutarse tanto por tierra, como desde el propio río, navegando entre sus grandes farallones y sus espectaculares cascadas.

Este mismo relieve ha creado un pequeño microclima en la zona. Los viejos del lugar saben que los inviernos son más suaves a medida que nos acercamos al cauce del río y los rigurosos veranos de la zona se ven refrescados por un río al que muchos pueblos parecen querer dar la espalda…

En algunas zonas, como en el tramo que va desde la Presa de Castro hasta Miranda do Douro, se puede hacer descenso en embarcaciones a remo y en el cercano embalse de Almendra se practica el windsurf.

Si nos gustan más las fiestas que el deporte también podemos apuntarnos a las fiestas del mes de agosto. San Roque el 16 de agosto en Villarino o las de San Bartolomé en Aldeadávila el 24 de agosto. Por supuesto que en estas fiestas el principal protagonista es el toro, con sus tradicionales encierros… En definitiva, una excusa más.

Los arribes del Duero: Cañones en la frontera.